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martes, 18 de noviembre de 2014

Anarquismo: la conexión feminista

Hace once años, cuando estudiaba en una secundaria de Illinois, no había escuchado nunca la palabra «anarquismo». Lo más cerca que estuve de ellas fue entenderla como «caos», así como en mi clase de historia alguien me transmitió el mensaje de que no había diferencia entre el socialismo, el comunismo y el fascismo, con toda la connotación que este tiene a Hitler, campos de concentración y toda clase de cosas horribles que nunca pasarían en un país libre como el nuestro. Fui sutilmente adiestrada para tragarme las ideas políticas tradicionales de EEUU: la moderación, el compromiso, el salto de valla, el considerar a Chuck Percy como un chico estupendo. Aprendí bien la lección: me tomó años reconocer el sesgo y la distorsión que habían moldeado toda mi «educación». La «historia» de la humanidad (blanca) significó precisamente eso; como mujer estaba relegada a una existencia virtual y como anarquista apenas tenía existencia. Me habían arrebatado todo un trozo de mi pasado y de su proyección al futuro. Solo hace poco descubrí que muchas de mis tendencias e inclinaciones políticas inconscientes compartían un esquema común, y era la tradición del pensamiento anarquista. Por primera vez vi la vida en colores variados después de años de ver solo tonos grises.

Fue Emma Goldman la que me proporcionó mi primera definición de anarquismo:
El anarquismo, representa la liberación de la mente humana de la dominación de la religión; representa la liberación del cuerpo de la dominación de la propiedad; la liberación de las cadenas y restricciones de un gobierno. El anarquismo representa un orden social basado en la conjunción de grupos libres de individuos que producen el bienestar social, y un orden que le dará la garantía a todo ser humano de tener libre acceso a la tierra y a la posibilidad de cubrir sus necesidades vitales, de acuerdo a sus deseos, gustos e inclinaciones individuales.
Comencé muy tempranamente a hacer conexiones entre el anarquismo y el feminismo radical. Fue muy importante para mí escribir algunas percepciones sobre este tema con el objetivo de comunicar a otros el estímulo que era el anarcofeminismo. Es crucial que compartamos nuestras visiones con otras personas para romper las barreras que las equivocaciones y la disgregación levantaban entre nosotras. Aunque me declaraba anarcofeminista, esta definición podía ser fácilmente incluida en el socialismo, el comunismo, el feminismo cultural, el separatismo lésbico u otra media docena de calificativos. Como escribió Su Negri: «Ningún paraguas ideológico puede cubrirme por completo». Podría resultar que tuviéramos en común mucho más que lo que creemos, ya que mientras escribo sobre mis reacciones y percepciones no las veo separadas de las vidas y pensamientos de otras mujeres. De hecho, una de mis convicciones más fuertes en el Movimiento de Mujeres, es que, efectivamente, compartimos una comunidad de visión increíble. Mi propia participación en esta visión no es para ofrecer postulados o respuestas rígidas sino posibilidades y relaciones flexibles que espero puedan germinar entre nosotras y contribuir a un proceso permanente de crecimiento y evolución/revolución individual y colectivo.


Peggy Kornegger



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