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jueves, 7 de mayo de 2015

¿Temes a la bandera negra?

La palabra «Anarquía» trae un montón de equipaje consigo. Conjura imágenes de hombres embozados en capas y con sombreros de amplias alas anchas que sostienen bolas negras con mechas de sonido sibilante y la útil leyenda BOMBA pintada en color blanco en uno de los lados. Se ha convertido en una especie de lema permanente sobre la descomposición de la sociedad y su entrada en el caos chillón; uno de los paisajes de Hieronymus Bosch, poblado de saqueadores, berserkers y gigantes calzados con barquichuelas y vestidos con cartones de huevos. En los tabloides de consumo masivo la Anarquía ha sido condensada hasta convertirse en una versión ultra violenta y demente de Spy vs. Spy (la tira de Mad), adaptada para la pantalla por Rasputin y Unabomber. Apenas les resulta una propuesta atractiva que les merezca la pena y, sin embargo, a lo largo de la historia ha sido una causa que han abrazado nuestros pensadores más brillantes y humanos, y a la que han dedicado su vida, incluso renunciando a la misma, miles de incontables y valientes hombres y mujeres. Si Darwin llegó a ver la anarquía como la posición política más razonable durante los últimos años de su vida, ¿deberíamos descartarla como algo casual, ya sea porque nos parece un salvaje sueño utópico o porque creemos que es el billete de entrada hacia el caos más clamoroso? Antes de tirar la Anarquía a la papelera de las ideas descartadas junto con la teoría de la Tierra Plana y las hipotecas al 110%, ¿acaso no deberíamos intentar encontrar el verdadero significado de la palabra?

Como tan a menudo suele ocurrir con las palabras, son los griegos los que definitivamente tienen una para el término, en este caso «anarchos», que significa «sin gobernantes». En un primer vistazo parece ser una noción que va directa al grano, aunque está repleta de ramificaciones cuya complejidad es algo que solo se hace visible cuando se la examina más de cerca. Por ejemplo, si no hay gobernantes todo el mundo será libre para actuar según su propio juicio en todos los asuntos que le competen, incluso en la propia forma de definir la anarquía. Como te podrás imaginar, esto ha llevado hasta una desconcertante profusión de subdivisiones, categorías y movimientos disidentes anarquistas, con puntos de vista radicalmente diferentes entre sí, por lo que no resulta insólito escuchar acepciones como: anarco-comunistas, anarquismo individualista, anarquistas verdes o sindicalismo anarquista, anarquía post-izquierda o feminista, anarquía insurreccionalista o pacifista. Y luego tenemos Anarquía sin adjetivos, algo que suena completamente razonable, a pesar del hecho de que las palabras «sin adjetivos», usadas aquí como frase descriptiva, interpreten en realidad todas las funciones propias de un adjetivo. Al encarar esta pasmosa maleza de diferentes cepas de la Anarquía, lo mejor será inclinarnos por retomar aquella primera y más sencilla definición: «sin gobernantes», y ver hasta dónde podemos llegar a partir de la misma. [...]

Alan Moore