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sábado, 29 de agosto de 2015

La necesidad de romper la brecha generacional en los ambientes libertarios

El siguiente texto es el resultado del debate mantenido en nuestro grupo, Pulso, acerca de una cuestión que consideramos importante, y que nos afecta dentro del entorno libertario: el desencuentro generacional en la militancia.

Algunas de las reflexiones que aquí presentamos están extraídas de anteriores debates, como el que tuvo lugar en el Local Anarquista Magdalena hace algunos años, o el que se realizó hace unos meses en la librería La Malatesta, bajo el título «La necesidad de romper la brecha generacional en los ambientes libertarios».

Con estos debates hemos tratado de comprender por qué se produce este desencuentro generacional, cuáles son las razones, y si esto es algo que ocurre de manera inevitable, es decir, como consecuencia lógica de la militancia entre generaciones distintas con experiencias diferentes, o es algo que podemos remediar.

Cuando hablamos de desencuentro generacional, nos centramos únicamente en la incomunicación entre personas militantes libertarias de distintas edades. Si bien sabemos que ésta no se da únicamente entre generaciones distintas, sino que también está presente entre militantes de las mismas edades de colectivos diferentes, proyectos de las mismas u otras ciudades, etc. Sabiendo también que este desencuentro generacional no es exclusivo de los ambientes libertarios, sino que asimismo está presente fuera de los mismos. Más allá de los centros de trabajo, lugares cada vez más lejanos para la cotidianeidad de la mayoría, pocas veces nos relacionamos en nuestro día a día con personas de mucha mayor edad que la nuestra. Y esto es un reflejo de la sociedad en que vivimos, cada vez más atomizada y donde la memoria y las experiencias se van perdiendo, olvidadas, y los caminos han de comenzarse una y otra vez.

Queremos señalar, antes de exponer nuestras reflexiones, que éstas provienen de un grupo con una horquilla de edad entre los 25 y los 35 años y que, por tanto, tiene relación con una parte de esta realidad que estamos intentando analizar. De ahí la idea de plantear este debate públicamente, para que quede abierto a nuevas aportaciones de las diferentes generaciones que conviven en el ambiente libertario.

Si nos retrotraemos a nuestra primera experiencia en entornos políticos, coincidimos en la prioridad que se le ha dado al contenido estético y subcultural en nuestros espacios. Nos hemos encontrado por primera vez en manifestaciones, conciertos de punk o en okupas, atraídos por la música, la estética y una serie de ideas que se relacionaban con todo esto y por las que sentíamos simpatía y curiosidad. Pese a que para muchas personas la afluencia a estos espacios fue la llave de entrada a la militancia libertaria, muchas otras se quedaron fuera por no compartir estas realidades; por ejemplo, la gente de generaciones superiores a la nuestra.

Las relaciones políticas que se han generado en un entorno subcultural y político simultáneamente, han ocasionado la endogamia o falta de permeabilidad y la incomunicación con otros sectores de la militancia. He aquí una de las causas más importantes que creemos que genera este desencuentro, la incapacidad de crear espacios esencialmente políticos. Es decir, espacios donde primen la interrelación de ideas más allá de estéticas, lenguajes o estilos de vida. Especificar que cuando nos referimos a la estética como un factor limitante, no nos referimos exclusiva ni principalmente al aspecto personal o a las pintas, sino a un conjunto de factores que acaban encasillando a las personas e incluso a las ideas y las prácticas. Nos referimos a la estética de los locales, de la propaganda, el tipo de imágenes que se utilizan, o el tipo de frases y eslóganes que se repiten y se imitan. Este círculo estético suele concluir con las personas integrantes de un grupo atrapadas en la autorreferencialidad, pues la estética acaba actuando de factor atrayente de quienes tienen los mismos gustos y excluyente de quienes no los comparten. Se suele llegar a una situación en la que parece que se pierde el sentido inicial de la acción política, puesto que se empezaron a hacer las cosas para cambiar el mundo y al final la forma en que se hacen esas cosas es uno de los principales obstáculos para poder conseguir algún avance real.

Con esta crítica no pretendemos desacreditar las formas de ser y sentirnos que tenemos dentro de estos entornos que denominamos «subculturales», sino señalar la importancia que tiene la construcción de otros espacios donde se puedan dar relaciones políticas y que éstas primen sobre lo demás. Por otro lado, esto es una cuestión recíproca. Es decir, la incapacidad que tenemos de salir de la comodidad de nuestros espacios no es algo que salpique únicamente a las personas «jóvenes», las «mayores» también se mueven por sus espacios y, por supuesto, también poseen y manejan determinados códigos con las que las «jóvenes» no nos sentimos identificados y que, por tanto, impiden que nos acerquemos a ellas. Encabezonarnos en que la gente «mayor» se acerque a nuestros espacios es tan difícil como que nosotras nos acerquemos a los suyos. Así, la solución puede pasar por crear nuevos espacios, diferentes, donde todo el mundo tenga cabida, donde podamos compartir los intereses de «mayores» y «jóvenes» en torno a la lucha. [...]

Grupo Anarquista Pulso

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