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miércoles, 21 de octubre de 2015

La Psicología Social y el Anarquismo

La psicología social, a pesar de ser una disciplina que nace en la modernidad, puede decirse que hunde sus raíces en Aristóteles, uno de los primeros autores que se esfuerzan en establecer unos principios sobre la influencia y la persuasión en la sociedad. El filósofo griego tenía una concepción de la polis como una comunidad de ciudadanos, por lo que no puede equipararse a lo que entendemos como Estado en la modernidad; en el pensamiento de Aristóteles está muy presente, asimismo, la idea de participación ciudadano en el gobierno de la polis, hasta el punto de considerar que solo participando en la comunidad política es posible la felicidad personal. Para el caso que nos ocupa, dejemos clara la referencia a la sociabilidad en este filósofo, que deja la semilla de lo que luego será la psicología social, exponiendo algunos principios básicos sobre la influencia y la persuasión sociales; la conocida expresión Zóon politikon alude al hombre como animal ciudadano, con una tendencia natural a asociarse y a alcanzar la felicidad, única y exclusivamente, en la polis. Kropotkin tendrá una visión similar y considerará a la sociedad connatural al hombre; así, comparte con Aristóteles la condición del ser humano como "animal social"; la tesis sostenida en El apoyo mutuo (1902), que no recibió excesiva atención en su época al no casar con los intereses políticos y económicos, ha ido cobrando crédito en el ámbito científico a lo largo del tiempo. La lucha por la existencia no sería de uno contra todos, sino de grupos de individuos contra el medio adverso, de tal manera que la cooperación se convierte en un factor determinante. Bakunin también señaló la dependencia del ser humano respecto a su entorno; considera que la voluntad humana es determinada, no incondicional, ya que el hombre, durante su desarrollo vital, es el resultado de acciones, circunstancias y condiciones, materiales y sociales, que continúan formándole durante toda su existencia. Podemos decir que, para el pensamiento anarquista, tal y como nace en el siglo XIX, la sociedad es la base de la existencia humana. No creemos que nadie pueda negar ya que somos "animales sociales" hasta el punto que puede decirse que las demandas de la vida social han sido más determinantes en la evolución, incluso, que las exigencias del medio físico. También parecen existir tendencias aparentemente contradictorias en la especie humana, de las que también se ocuparon los pensadores anarquistas, como es la búsqueda de interés personal junto a la necesidad de pertenencia al grupo.

No es hasta los años 30 del siglo XX cuando comienza el auge de la psicología social empírica; muchos autores contemporáneos han considerado que resulta primordial para resolver algunos problemas de las sociedades modernas. Si queremos dar una definición extremadamente sencilla a la psicología social puede ser el estudio de cómo las creencias, sentimientos y actitudes de las personas se ven influenciadas por la presencia de otros seres humanos en la vida en sociedad. Una primera ley de la psicología social puede considerarse el hecho de que el comportamiento descabellado de las personas en algunos momentos no supone que estén locas; cualquiera puede caer en determinados procesos, si se producen las condiciones sociopsicológicas adecuadas, conducentes a un tipo de conducta muy concreto. Así, existe una tendencia a etiquetar a las personas de "malas" o "desagradables", según unos cánones de normalización social, y no es necesario profundizar en los problemas ni indagar en conductas que simplemente se desaprueban.

La cognición social alude a cómo entendemos el mundo social, tomando nuestras más importantes decisiones según esa construcción y comprensión del entorno en el que vivimos. Hay que decir, que existe cierta tendencia en la cognición humana a creer que se está en lo cierto sin tener en cuenta que nuestro acceso a la información y nuestro modo de procesar los datos, dos factores primordiales para el pensamiento racional, son siempre muy limitados. Como no resulta atractiva la idea de que la mente humana es limitada, sin conexión alguna con lo absoluto, tendemos a adoptar atajos cognitivos, tal vez útiles en la vida cotidiana, pero que también conducen a graves errores y a una idea sesgada del mundo. Desde una perspectiva libertaria, se trata de un motivo más para rechazar las verdades absolutas, asumiendo que todo juicio es relativo, y abogar por el pensamiento y la comunicación racional. [...]

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