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sábado, 14 de abril de 2018

Siglo XXI nº 33

Cada año la Semana Santa ―hoy más santa que nunca― nos castiga con sus desfiles procesionales trasnochados y absurdos, con sus penitentes, sus disfraces coloristas, sus imágenes dolientes o su exaltación del crucificado; y como cada año, algunas personas luchamos por escapar de ese sinsentido de incienso, marchas fúnebres, y estupidez colectiva. No es fácil lograrlo, lo aseguro, como no te eches al monte. No existe rincón del orbe español en el que no se celebre un homenaje a ese cuento en base al cual se construyó toda una religión con millones de seguidores en el mundo. En dos mil años qué poco ha evolucionado la especie humana, salvo en lo tecnológico, seguimos encadenados al pensamiento mítico, buscando respuestas en la magia y en la superstición, ya que no somos capaces de construirlas desde el análisis racional. Lo mismo nos da adorar a un palo con pelo largo y barba, a un maniquí con rostro lloroso vestido de oro y perlas, que al político de turno, en el que depositamos una fe ciega.
Siempre estamos a vueltas con las revoluciones y ese nuevo mundo que está en ciernes, pero por lo que se ve no nos está luciendo mucho el trabajo de esclarecimiento y concienciación ideológica, porque la Iglesia Católica y su parafernalia infantil nos están ganando también la partida. Siendo realistas, nos están derrotando en todos los frentes: en el cultural, en el sindical, en el religioso, en el ecológico, en el antimilitarista, en el de las necesidades básicas, ¿me dejo alguno?
Es imprescindible que seamos conscientes de todo este panorama devastador a la hora de realizar nuestros planes de trabajo diario. Necesitamos cambiar muchas cosas pero una de ellas, tal vez la más importante, es la forma de procesar la realidad de las gentes que nos rodean. Esa labor es dura, significa hablar y hablar, hasta el hastío, cuestionar, avanzar y retroceder, para volver a empezar. Pero es necesario. La religión, el futbol y Tele 5 (sirve cualquier otro medio de comunicación) forman un magnífico tándem difícil de superar; sin embargo eso no debe arredrarnos, somos anarquistas, pedimos lo imposible para así conseguir lo posible.
A ver si para el año que viene ya no tenemos Semana Santa. Eso sería todo un logro y un placer.

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