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lunes, 17 de septiembre de 2018

Siglo XXI nº 38

Levantemos la alfombra del capitalismo

Algunos analistas financieros barruntan que la bonanza económica de nuestro país va a iniciar un declive que concluirá a corto plazo en otra recesión más o menos larga. Según ellos, los indicadores macroeconómicos informan que nuestra economía cortoplacista, basada en el sector servicios y en la precariedad laboral, no da para más. El ciclo infernal capitalista de expansión recesión se va a reproducir ante la indiferencia de todas las partes implicadas, incluida la asalariada. Es muy probable que en el siguiente ciclo recesivo nos encontremos en un contexto parecido al que ya vivimos en el 2008, sin organizaciones de base y sin capacidad de resistencia; volveremos al sálvese el que pueda consabido.
Uno de los puntos más débiles de nuestra subsistencia ―anterior, actual y futura― será nuestro acceso a una vivienda digna; de facto, al día de hoy, se está convirtiendo en un suceso casi imposible alquilar una casa en aquellas ciudades que presumen de un cierto bienestar, generalmente debido al turismo. Con la precariedad laboral y los bajos salarios hemos retornado al hacinamiento, a vivir varias personas en pisos, en escasas ocasiones preparados para dicha convivencia.
Los desahucios de viviendas alquiladas se han disparado en el primer semestre del año. Primero fueron los desahucios de hipotecas impagadas, ahora le toca el turno a los alquileres. Naturalmente, la ocupación de viviendas de bancos, de la SAREB o de fondos buitre es una alternativa que está sobre la mesa y que se utiliza siempre que se puede. Lo que dicen los datos de los juzgados en base a los alzamientos que realizan, es que están disminuyendo los desahucios de pisos ocupados. O bien se ocupa menos o bien el Estado y el Capital son más permisivos. Dudo mucho el segundo aserto.
Quizá deberíamos ir planteándonos dejar de ocultar nuestros problemas de subsistencia; si no somos capaces de organizar la resistencia al menos podríamos dejar bien a la vista la miseria de la vida cotidiana. Por ejemplo, que no tenemos suficiente dinero para llevar una alimentación saludable, pues acudimos a los ayuntamientos pacíficamente a pedir de comer todos los días, y no nos movemos de allí hasta que nos aseguren un menú diario y en buenas condiciones. Que nos arrojan de nuestras viviendas, pues actuamos en consecuencia también, y acampamos como lo que somos: refugiados del Sistema, en los espacios públicos, sean estos jardines, paseos, parques y demás. En conclusión, que nuestra pobreza se convierta en un arma arrojadiza digna a esgrimir ante la demagogia permanente de la clase política y sus jefes del IBEX 35.

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