¡Ya tenemos tren bala!
En el mes de septiembre ha habido tres noticias que nos han hecho reflexionar, las tres muy diferentes pero que proporcionan una buena lectura del momento histórico en el que vivimos. La primera ha sido la del «Tren bala». Adif y Virgin han firmado un acuerdo para desarrollar dicho tren en nuestro país. Según parece se va a construir en Málaga, lo que ha emocionado a la presidenta de Andalucía, Susana Díaz. Ha habido también bastante alborozo en el resto del país al saberse que dicho tren podría atravesar la Península Ibérica en una hora. La noticia nos ha impresionado porque las buenas gentes de Extremadura lo tienen difícil para salir de su región con los trenes que en estos momentos poseen. Lo mismo podría decirse de los trenes de cercanías de la periferia de Madrid, o los que proceden de Murcia, entre otros. El Estado español ha iniciado una huida desesperada hacia ningún sitio, obviando lo más elemental, lo más próximo. El tren bala es una nueva cortina de humo que los próceres políticos utilizan para presentarnos lo bien que va el país y lo avanzados que estamos. Que se lo digan a las personas que cogen el AVE y casi siempre suelen llegar con retraso, lo que presupone las consiguientes indemnizaciones que hace que muchas de sus líneas sean deficitarias. Para la población en general el hecho en cuestión o ha pasado desapercibido o la ha dejado indiferente, como con casi todo. La indiferencia es en extremo peligrosa porque puede significar un asentimiento por omisión.
Otro tema sangrante procede de la noticia más que relevante sobre el candente tema de la fabricación de armamento en España. Nos referimos al contrato de Navantia con Arabia Saudí y las célebres corbetas. La noticia ha sido trascendente porque una parte importante de plantilla de la empresa se ha movilizado para denunciar cualquier tipo de injerencia del Gobierno en el espinoso asunto de la producción de armas, porque podría poner en peligro sus puestos de trabajo. Los sindicatos mayoritarios han apoyado las movilizaciones; dignamente Autonomía Obrera y CGT han denunciado tal movilización y emitido un comunicado. El hecho en sí es digno de reflexión porque nos está haciendo cuestionar quién es el «sujeto revolucionario» en este periodo del siglo XXI. Bien es cierto que la clase trabajadora tiene la capacidad de paralizar la producción pero detalles como este o el de los electores norteamericanos de la clase trabajadora, votando a Trump y apoyando sus sandeces, nos hace detenernos ante los planteamientos revolucionarios clásicos y preguntarnos sobre ellos. Quizá el sujeto revolucionario actual sea una persona que quiere acabar con la explotación o las relaciones de dominación, vengan de donde vengan, que está dispuesta a renunciar a sus privilegios si los tiene, y a participar en la creación de una nueva sociedad igualitaria, justa, ecológica, desmilitarizada, anticapitalista y antipatriarcal. Estaríamos hablando de una persona nueva, evolucionada, que pone su vida a disposición de un cambio global de progreso. Nos tememos que la plantilla de Navantia no está compuesta por ese tipo de gentes. El tema queda abierto para el debate.
Por último nos queda comentar el ascenso vertiginoso de Vox. A nadie debería de sorprenderle a estas alturas. La extrema derecha siempre ha existido en este país, auspiciada por los poderes del Estado, protegida por estos y utilizada cuando les ha parecido conveniente. Por Europa vuelve a marchar el monstruo del fascismo, España no podía ser menos, de hecho la dictadura de Franco, después de la de Salazar en Portugal, ha sido la más larga y consentida por las democracias occidentales, sus nietos están en el poder y los monumentos que la ensalzan siguen en pie.
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En el mes de septiembre ha habido tres noticias que nos han hecho reflexionar, las tres muy diferentes pero que proporcionan una buena lectura del momento histórico en el que vivimos. La primera ha sido la del «Tren bala». Adif y Virgin han firmado un acuerdo para desarrollar dicho tren en nuestro país. Según parece se va a construir en Málaga, lo que ha emocionado a la presidenta de Andalucía, Susana Díaz. Ha habido también bastante alborozo en el resto del país al saberse que dicho tren podría atravesar la Península Ibérica en una hora. La noticia nos ha impresionado porque las buenas gentes de Extremadura lo tienen difícil para salir de su región con los trenes que en estos momentos poseen. Lo mismo podría decirse de los trenes de cercanías de la periferia de Madrid, o los que proceden de Murcia, entre otros. El Estado español ha iniciado una huida desesperada hacia ningún sitio, obviando lo más elemental, lo más próximo. El tren bala es una nueva cortina de humo que los próceres políticos utilizan para presentarnos lo bien que va el país y lo avanzados que estamos. Que se lo digan a las personas que cogen el AVE y casi siempre suelen llegar con retraso, lo que presupone las consiguientes indemnizaciones que hace que muchas de sus líneas sean deficitarias. Para la población en general el hecho en cuestión o ha pasado desapercibido o la ha dejado indiferente, como con casi todo. La indiferencia es en extremo peligrosa porque puede significar un asentimiento por omisión.
Otro tema sangrante procede de la noticia más que relevante sobre el candente tema de la fabricación de armamento en España. Nos referimos al contrato de Navantia con Arabia Saudí y las célebres corbetas. La noticia ha sido trascendente porque una parte importante de plantilla de la empresa se ha movilizado para denunciar cualquier tipo de injerencia del Gobierno en el espinoso asunto de la producción de armas, porque podría poner en peligro sus puestos de trabajo. Los sindicatos mayoritarios han apoyado las movilizaciones; dignamente Autonomía Obrera y CGT han denunciado tal movilización y emitido un comunicado. El hecho en sí es digno de reflexión porque nos está haciendo cuestionar quién es el «sujeto revolucionario» en este periodo del siglo XXI. Bien es cierto que la clase trabajadora tiene la capacidad de paralizar la producción pero detalles como este o el de los electores norteamericanos de la clase trabajadora, votando a Trump y apoyando sus sandeces, nos hace detenernos ante los planteamientos revolucionarios clásicos y preguntarnos sobre ellos. Quizá el sujeto revolucionario actual sea una persona que quiere acabar con la explotación o las relaciones de dominación, vengan de donde vengan, que está dispuesta a renunciar a sus privilegios si los tiene, y a participar en la creación de una nueva sociedad igualitaria, justa, ecológica, desmilitarizada, anticapitalista y antipatriarcal. Estaríamos hablando de una persona nueva, evolucionada, que pone su vida a disposición de un cambio global de progreso. Nos tememos que la plantilla de Navantia no está compuesta por ese tipo de gentes. El tema queda abierto para el debate.
Por último nos queda comentar el ascenso vertiginoso de Vox. A nadie debería de sorprenderle a estas alturas. La extrema derecha siempre ha existido en este país, auspiciada por los poderes del Estado, protegida por estos y utilizada cuando les ha parecido conveniente. Por Europa vuelve a marchar el monstruo del fascismo, España no podía ser menos, de hecho la dictadura de Franco, después de la de Salazar en Portugal, ha sido la más larga y consentida por las democracias occidentales, sus nietos están en el poder y los monumentos que la ensalzan siguen en pie.
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