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domingo, 15 de marzo de 2020

Elisée Reclus: "El matriarcado es una máquina de civilización muy sabia"


A Pedro Kropotkin

Amigo mío:

Bruselas, 8 de Enero de 1901

He dado mi visto bueno al segundo paquete de pruebas, hasta la página 36 (de la Orografía de la Siberia, ya citado en carta anterior de Reclus). Marchando tan lentamente como lo hacemos, no podemos esperar terminarlo antes de este año. Si somos lentos, logremos por lo menos nuestra satisfacción común.

Tu croquis de las tres depresiones es sumamente interesante: no omitiremos agregarlo al final del volumen y tus observaciones serán insertadas en el texto. Por una carta de Pablo veo que me propones entenderme con Penck para dibujar y grabar entre los dos tu mapa de Asia y disminuir así los gastos. En teoría no dejas de tener razón, pero en la práctica dudo que ello sea posible, pues ya tuve ocasión de dirigirIes varias comunicaciones a Penck, sin ninguna respuesta. No estoy pues en nada apremiado para complicar la situación, con miras a realizar economías que serán imposibles.

En cuanto al matrimonio, a las relaciones del hombre y de la mujer, a las formas y al régimen de la familia, me preocupa menos vivamente el fenómeno de las semejanzas que el de las desemejanzas. En el hombre hay diversidad de orígenes y diversidad de medios: hay también diversidad de matrimonios. Más allá de los primitivos, entre los animales, nuestros verdaderos antepasados, observo las formas más diversas de unión; entre los primitivos, de quienes nos hablan la historia y la prehistoria, así como entre nuestros hermanos actuales de los países bárbaros, también compruebo divergencias que van hasta la oposición absoluta, y por lo demás, a mi juicio, debe ser también así: ya que hay dos hechos originarios, diametralmente opuestos:

1. La fuerza brutal del hombre en celo: origen del patriarcado.

2. El apego natural del niño a la madre que lo amamanta: origen del matriarcado.

El conflicto de esas dos fuerzas componentes nos dará las resultantes más desiguales, según los lugares y las evoluciones. Tal como nos dice Maha Bharata, tendremos siete formas de matrimonio, absolutamente diferentes, teniendo por igual su razón de ser, y siendo igualmente agradables a los dioses.

El matriarcado puro de Bachofen y de Giraud-Teulon es una máquina de civilización muy sabia, que ha debido ciertamente existir, pero que yo creo debió haber sido muy rara, de la que no se distinguen aquí y allá más que indicios y huellas. Entre las tribus inferiores, la promiscuidad sin regla o la promiscuidad regulada, según los días y los individuos, es un hecho mucho más frecuente.

Aún allí mismo donde el matriarcado prevalece en principio, puede muy bien acontecer que el patriarcado sea quien en realidad triunfe. Cito como ejemplo nuestro Bearn, donde teóricamente la “hija de la casa” es jefecilIa y soberana, pero donde es el marido quien ejerce el mando y come sólo los platos que le trae su mujer.

En las sociedades en que predominaba la cosecha, en las cuales la mujer se dedicaba a una agricultura rudimentaria, cuidando a los niños cerca de ella, mientras los hombres ya formados se entregaban a la carnicería, me parecen que han sido las sociedades donde el matriarcado tuvo más posibilidades de desarrollarse. Entre las sociedades de pastores, por el contrario, triunfó el patriarcado: el hombre, con su brazo armado de un palo, estaba siempre allí, y los hijos lo seguían, vagabundeando con él alrededor del ganado.

Muy afectuosamente,
Eliseo

Reclus, Élisée – Correspondencia (1850-1905) pagina 288-290

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