España es una finca en manos de los de siempre, los que se beneficiaron de la unidad española después de la reconquista y el ascenso al poder de los celebrados Reyes Católicos, los que acapararon haciendas y poder, crearon bancos e industrias y se conjuraron a mantenerse como dueños y señores de la piel de toro a toda costa. Hasta hoy lo han conseguido, ahí están, bien representados en el IBEX 35, en todo su esplendor.
A principios del siglo XX hubo una explosión revolucionaria orquestada por el anarquismo que el Estado sofocó a sangre y fuego. Ya entonces estaba claro, o al menos aquellas generaciones lo tenían muy claro, que la transformación social no pasaba por la lucha institucional dentro del Estado, porque el Estado era el problema. Ahora no quieren que ese cuestionamiento -que puso sobre la mesa el 15M («El sistema es el problema»)- se repita ni en su más nimia expresión, y para evitar cualquier tipo de contestación popular estrangulan nuestras vidas como lo que son: psicópatas sin escrúpulos.
Sin embargo, la Historia no ha muerto, a pesar de que tanto la pregonan, las contradicciones sociales generan tensiones que tarde o temprano reventarán en su cara. Si prohíben una obra de teatro en un lugar, la representaremos en cualquier rincón donde tengamos espacio para ello. Si censuran una obra de arte o escrita, la replicaremos para que llegue hasta el último de los hogares. Si cierran uno de nuestros medios de comunicación alternativos, abriremos mil más. Si nos encarcelan a una de nosotras con sus operaciones policiacas periódicas, seremos sustituidas por una multitud de hombres y mujeres que quieren escribir el presente y el futuro desde una contestación firme y transformadora, que persigue por encima de todo la extinción de toda explotación.
Hoy los pensionistas están en pie de guerra asqueados del trato que reciben después de toda una vida de trabajo y sacrificio. Las mujeres declaran una huelga general el 8 de marzo que reivindica una igualdad ninguneada a pesar de ser el cincuenta por ciento de la humanidad y las responsables de la existencia de la misma. Los sindicatos revolucionarios toman la calle, dejando clara sus posturas, y que es necesario organizar la resistencia para avanzar y poder pasar en el futuro a tácticas más ofensivas. El debate político abandona los parlamentos, aunque sea temporalmente, y vuelve a los barrios y a los tajos con una idea que flota en el ambiente: «No podemos seguir callando. La lucha es el único camino.»
Sumario:
- La lucha es el único camino
- Sobre el anarquismo y las relaciones de poder
- La juventud ante la lucha sindical
- De raperos, libros y obras de arte
- Socialismo y Barbarie
- Un día de furia en Parla
- El anarquismo como una lógica del comportamiento y de los sentimientos
- Libertad, mujer y derechos reproductivos en Emma Goldman
- Puig Antich en nuestros corazones
- Escuela Popular de Parla: Mujeres en el cine maldito
- Agustín Rueda Sierra, torturado hasta la muerte en la cárcel de Carabanchel
- Nuestra lucha nuestra memoria: Ruta de Negrín
- Actividades FAL febrero-marzo 2018
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