Evidentemente, pretendo exponer otro discurso para decir por qué –para mí, y para la teoría de la crítica del valor, elaborada en los últimos años por la revista alemana Krisis, así como por otros autores de otros países– esta crítica se funda sobre todo en el trabajo concebido como una categoría típicamente capitalista, e incluso como el corazón de la sociedad capitalista.
Naturalmente, es preciso señalar, en primer lugar, que el trabajo, en su sentido moderno, no se equipara a lo que se entiende por actividad. En efecto, una crítica de la actividad humana no tendría ningún sentido. Porque es evidente que el ser humano, de una forma u otra, es siempre activo, y que esto es necesario para organizar “el intercambio orgánico con la naturaleza” –como expresa Marx–, es decir, la extracción de la naturaleza de los medios necesarios para la subsistencia. Sin embargo, lo que hoy llamamos “trabajo”, por lo menos desde hace doscientos años, no es lo mismo que la actividad, ni siquiera que la actividad productiva. Pues si decimos “trabajo”, en general, hacemos semejantes, por medio de un solo concepto, las cosas más diferentes, las más dispares, excluyendo simultáneamente otras tantas. Por ejemplo, hacer panecillos o conducir un automóvil, labrar la tierra o escribir con un teclado, gobernar un país o pronunciar una conferencia, todo esto es normalmente considerado como trabajo, pues se traduce en una suma de dinero, como algo que puede ser vendido o comprado en el mercado. [...]
Anselm Jappe
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