El colonialismo salvaje del turismo
El grado de alienación del ser humano ha llegado tan lejos, se ha vuelto tan sofisticado, que convertimos en objeto de consumo hasta otras formas de vida de nuestra propia especie. En realidad esta conducta no es nueva. Colonizamos a la naturaleza, la exprimimos hasta destruirla; colonizamos a otras especies hasta extinguirlas; colonizamos a otras etnias y naciones pobres para extraerlas hasta la última gota de riqueza; en el siglo XXI seguimos haciendo lo mismo, el turismo es una herramienta de colonización más que convierte la historia de un pueblo en objeto de consumo y su cultura en un parque temático que se explota sin piedad.
Lo mismo que Cuba fue en el siglo XX el gran casino de los EEUU, España hoy en día se ha convertido en centro de ocio por excelencia de todas aquellas personas, a nivel mundial, que se pueden pagar el viaje. Este ocio inconsciente está destruyendo nuestra forma de vida y pone en grave riesgo la calidad de la misma, por eso dirigimos este manifiesto a quienes visitan nuestro país de una manera irreflexiva, ausentes a la auténtica realidad de nuestra condición de individuos colonizados y mancillados en nuestros derechos más elementales.
Estas letras son para ti, turista ciego, que caminas en fila como un inmenso gusano sin cerebro, abanderado por un guía generalmente mal pagado, que lleva una existencia precaria. El año pasado habéis sido ochenta y dos millones quienes habéis desembarcado en nuestra tierra, para mayor regocijo de las multinacionales. Vuestra diversión es nuestra miseria, esto tenéis que conocerlo. Los colonizados hoy escribimos, mañana gritaremos, nuestra reacción futura está por ver.
Deberíais tener claro, nosotros también, que el turismo forma parte de la expansión del capitalismo hasta el último rincón del mundo. El turismo no es un simple viaje inocente sin trascendencia, lo mancilla todo, es una plaga irracional, cortoplacista, de corta visión que bajo la lógica del mercado considera que todo se puede comprar y vender. Para que tú disfrutes de una semana de vacaciones, yo pierdo mi derecho a vivir en mi ciudad, tengo un trabajo mal pagado, y soporto tu presencia en mis calles; haces que desaparezcan los referentes urbanos de mi vida. Tu diversión es mi pobreza, tu goce mi dolor. Este país posee gentes simpáticas, receptivas, colaborativas, pero nos estáis poniendo en una situación difícil cuando imponéis vuestra presencia. Ya no os vemos con curiosidad, no queremos interactuar con vosotros, sois una masa informe sin personalidad, sin pensamiento crítico; desgraciadamente, os habéis convertido en parte del enemigo, o, si queréis, en un instrumento del enemigo. Debéis saberlo porque el sufrimiento que causáis con vuestra presencia se puede volver en vuestra contra en cualquier momento.
Pensad que cada vez más convertís nuestras ciudades en un zoo humano en que nuestras vidas quedan al desnudo bajo vuestras insaciables cámaras. Queréis captar el momento. Mirad en nuestros corazones y preguntaos por los resultados de esa foto mezquina.
En tanto llegáis a los aeropuertos el Capital de nuestro país se enriquece con maniobras inmobiliarias especulativas que dejan a miles de personas sin casa o las desplazan a las periferias de las ciudades. Esta abundancia de dinero fácil aumenta la corrupción y el clientelismo político. España no sería nada sin el turismo pero tampoco lo es con él. Podemos decir que el Estado recibe ingresos pingues a través de vuestra presencia, que le sirven para satisfacer a sus mentores del IBEX-35 y mantener de paso su estructura de amiguetes, da igual el color de la bandera que ondeen sus partidos políticos.
Os lo pasáis muy bien en nuestras playas, viendo nuestros monumentos, comiendo en nuestros restaurantes, gozando de un folklore inventado y humillante de «charanga y pandereta»; mientras, nosotros padecemos los más altos niveles de explotación laboral, trabajamos jornadas interminables bajo pésimas condiciones, con salarios que se encuentran en el umbral de la pobreza.
Todo esto no ha empezado ahora, se inició hace mucho tiempo, a principios de los años sesenta. Al capitalismo español siempre le ha gustado el dinero rápido, cuanto más mejor, sin importarle demasiado las condiciones de vida de la clase trabajadora. No discuto que defienden sus intereses, es nuestra labor defender los nuestros. Manuel Fraga fue el artífice que convirtió a los turistas en dinero contante y sonante. Hemos llegado hasta tal extremo que producimos muy poco, creamos menos y nuestra esperanza por una vida digna se dibuja en un sector servicios inescrutable, oscuro, un auténtico pozo de opresión que nos sitúa en una posición muy delicada a la hora de planificar nuestras vidas.
Los turistas, hombres y mujeres, sois partícipes imprescindibles en la maquinaria de la explotación capitalista, y por tanto tenéis una responsabilidad que en un momento dado se puede volver en vuestra contra.
Si realmente respetáis nuestra cultura, nuestros usos y costumbres, nuestros ecosistemas, no vengáis, dejadnos forjar nuestro destino desde la condición que nos corresponde de desposeídos sin tierra, sin casas, sin futuro.
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