Lo siento por quien no coincida conmigo, pero no puedo callarme ante lo que veo (si no he dicho nada antes es por cuestiones ajenas a mi voluntad). Advierto que por las mismas cuestiones no me ha sido fácil mantenerme completamente informado sobre la situación en Catalunya, y puede que se me escape algún detalle que seguro las lectoras sabrán perdonar. Ninguna de mis observaciones alude por tanto a ninguna compañera o texto concreto, sólo a sensaciones y corrientes de opinión que he detectado.
Advierto también otra cosa, quien esto escribe se considera a sí mismo un apátrida, una persona opuesta por convicción y sensibilidad a cualquier nacionalismo y estatismo, desafecto a cualquier bandera y enemigo de toda frontera. Criado literalmente en un ambiente nacionalista, nunca he conseguido que me motiven ni los identitarismos ni las patrias. He visto durante demasiado tiempo, y lo siento por los aludidos, cómo las anarquistas en Gran Canaria nos comíamos solas (o casi) piquetes antidesahucio y realojos, sin que los nacionalistas intervinieran cuando desahuciaban a algún paisano suyo ni les ofrecieran a los afectados más que folclore y apoyo simbólico. El nacionalismo en Canarias ha ofrecido durante décadas galeradas y galeradas, hablando de abstracciones, pero ni una sola respuesta organizada (excluyendo la caridad), a nivel callejero, a la miseria de un pueblo que no come banderas ni puede reivindicar una patria cuando ni siquiera tiene tierra. No es la primera vez que escribo esto.
Sobre la cuestión catalana, si simplificamos mucho un asunto que es verdaderamente complejo, parece que el anarquismo se ha dividido en dos posturas principales: una que llamaremos ortodoxa (aunque el término es deliberadamente engañoso), y que se opone a cualquier participación de las anarquistas en el conflicto catalán, y otra heterodoxa (ídem), que cree que las anarquistas deben implicarse. Yo no pienso atacar, ni siquiera analizar, ambas reducciones; pero sí voy a cuestionar sus exageraciones y lo que tomo por fallos estratégicos. Puede que leyendo el anterior párrafo quizás alguien se imagine ya dónde sitúo mi voz, pero no les recomiendo que se apresuren. En el anarquismo siempre hay hueco para no estar “ni al margen ni en el ajo” (1), para estar con la gente y contra los Estados. [...]"
Ruymán Rodríguez
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