martes, 15 de enero de 2019

Siglo XXI nº 42

Que así sea

El año 2018 termina y nace uno nuevo con una certeza que viene bien que miremos cara a cara, ya sin el uso de subterfugios neurolingüísticos distractivos: vivimos en un país, territorio o región del globo terráqueo, en el que los fascistas campan a sus anchas; existen desde hace mucho tiempo pero ahora se están quitando la careta y nos muestran lo que son y siempre han sido. Nada nuevo bajo el Sol. Los generales golpistas de 1936 dijeron que iban a acabar con la izquierda en España para que no levantara cabeza durante cuarenta años, aunque tuvieran que fusilar para ello a media población. Se equivocaron en el pronóstico, su trabajo fue excelso, llevamos ochenta años de fascismo, primero dictatorial, luego encubierto, gestionado a través de las traicioneras urnas, auténticos somníferos de voluntades, el escaparate falaz de una democracia que existe solo de nombre pero que poco tiene de tal. ¿Dónde está el gobierno del pueblo y para el pueblo?
Tras los primeros cuarenta años de gestión de Franco ―puro fascismo―, su régimen necesitó de una operación de maquillaje especial para venderse a nivel internacional, ahí surgió la famosa Transición, donde el Movimiento Nacional Español cambió las camisas azules de sus miembros por otras blancas; también, por supuesto, se modificaron sus modales y sus símbolos, que pasaron a estar en la sombra, como el saludo a la romana. Pero su aparato represivo permaneció intacto. Mas había que dar un paso adelante para que el nuevo Régimen surgido en el año 79 fuera todavía más creíble, para ello se permitió que la representación teatral alcanzara todo su esplendor con el ascenso a los cielos de un nuevo Mesías: Felipe González Márquez y su maquinaria electoral, el PSOE, esa bacteria anodina que sobrevive incólume a todas las catástrofes políticas, siempre lamiendo la mano de los poderes fácticos. El sevillano, con sonrisa golfa y ademanes campechanos, gobernó el país durante catorce años, a golpe de talonario de la social democracia europea, hay quien dice que modernizándolo, nosotros decimos que preparando sus estructuras de gestión de capital para la Europa de los mercaderes. Naturalmente, fue muy eficaz en la consolidación de un aparato represivo que nada tuvo que envidiar al franquista, digamos que le dio continuidad y lo superó con creces. Lo demás es bien conocido y asquea repetirlo
Elecciones que se suceden, partidos que nacen, se transforman o mueren; nuevas generaciones de fascistas que ocupan los puestos significativos de las instituciones; aceptados públicamente, correctos casi siempre en su lenguaje y gestos; sin que el pueblo haya puesto objeción alguna, comportándose como un espectador ciego.
Así hasta que hemos llegado a un punto, después de recortes, represión sin cuento y complicidades políticamente correctas, en que los fascistas de cuello blanco han sido conscientes de que ya no es necesario que se oculten porque no hay un adversario al que temer. Toda la denominada casta viaja en el mismo barco, por tanto si alguien de la misma la ataca, se ataca a sí mismo.
Ahora abundan los discursos grandilocuentes sobre el fascismo emergente, que siempre ha estado, puro formulismo para cubrir el expediente y, desde luego, innecesarios porque el cuerpo social de nuestro país tiene integrado en su ADN los genes fascistas, y poco le importa las consecuencias de su envalentonamiento. La suma de ignorancia, manipulación mediática y actitud sumisa, conforman el carácter de las generaciones vivas que desfilan ante la historia presente, obedientes, silenciosas, ajenas a todo lo que no venga derivado del consumo y bienestar inmediato.
Poco hay que decir más; nos queda esperar y observar, con los sentidos alerta, manteniéndonos firmes en nuestros castillos íntimos, favoreciendo nuestra revolución interior, de momento la colectiva está más que lejana.
No sabemos qué quedará de todo este deslizarse hacia el desastre en el que participamos sin remedio; desconocemos qué horizonte nos espera al otro lado del abismo que se anticipa. Tantas veces la historia nos ha colocado en esta tesitura que ya ni poseemos la capacidad de sorprendernos ni atemorizarnos. El hoy histórico es un deja vu, repetido hasta la saciedad que no tiene capacidad de provocarnos reacciones emocionales intensas. El escepticismo nos aplasta como una losa insalvable.
El número 2019 no dice nada porque no hay nada bueno que esperar de él, salvo miedos enquistados que pueden tomar forma. Hasta los sueños parecen relegados a naufragar en un océano de desesperanza. ¿Qué hacer entonces? ¿Alguien puede responder a esta pregunta?
Que cada persona busque sus respuestas y si tiene fuerzas para ello, las sume a otras afines. Es una hipótesis factible que alguna semilla lúcida, racional y utópica sobrevivirá al fascismo que nunca se ha ido, y que será esta la que de nuevo empezará a escribir una nueva página en la historia cargada de ilusión. Que así sea.


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