jueves, 15 de octubre de 2015

Siglo XXI nº 2

Este final del verano, casi principio de otoño, se presenta más que caliente de lo habitual, no solo en España y los territorios que la componen, sino también en la sacrosanta Europa tan civilizada y culta. Claro que por extensión el resto del planeta no parece que tenga un porvenir más halagüeño. Las mismas constantes se siguen manteniendo, articuladas por los poderes que realizan su juego de estrategia y se reparten sus zonas de influencia.

En primer lugar nos toca sufrir las elecciones en los territorios catalanes, que a estar alturas habrán ofrecido unos resultados que el pueblo catalán tendrá que digerir y regurgitar como buenamente pueda, y su burguesía le permita; ni tan siquiera mencionamos las salidas inesperadas y reacciones de los poderes del Estado; cualquiera sabe lo que las fuerzas oscuras de la «Marca España» estarán preparando para devolver el orden a nuestras fronteras; dentro del inefable marco constitucional, su fuero fáctico con el que gestionar a los rebaños de electores de la vieja Hispania. El tema del Derecho de Autodeterminación está ahí, flotando en un limbo que parece inalcanzable; es como si estuviera pero no estuviera; porque, como por arte de magia, si no se mira no se le ve. Algo así deben pensar los partidos unionistas de la piel de toro.

Mientras todo esto pasa, de resultado incierto, seguiremos con el tema refugiados que todavía los poderes públicos no han acabado de comprender; suponemos que algo tendrán que ver las guerras y la explotación de los recursos naturales de las respectivas naciones origen de los movimientos de población. Es de prever que continuarán viniendo personas de los cuatro puntos cardinales, cada vez más, y asaltarán Europa, tal vez incluso con un cuchillo en los dientes, a pedir no asilo sino justicia social por todo el daño que históricamente les hemos infligido. En todo este maremágnum, la ciudadanía, tan enterada como siempre, se dará golpes de pecho solidarios por los «pobres niños sirios» abandonados a su suerte, prometiendo compartir dinero y hacienda con esta desgracia endémica.

Lo que no sabemos es cuánto durará esta respuesta emocional, no es otra cosa. Sentimientos, emociones, hojas caídas que se lleva el viento de turno. Quizá dentro de un mes o de dos la dirección del aire cambie y a los que ahora se acoge o se quiere acoger, se les desprecie y se pida su expulsión o confinamiento en un campo de concentración. A todo esto, nos preguntamos dónde ha estado la ciudadanía durante los últimos años de descalabro social, con decenas de miles de desahucios, paro galopante, niños pasando hambre, gente excluida de la atención sanitaria, emigrantes y refugiados ingresados en campos de retención inaceptables o tiroteados por la Guardia Civil, con material antidisturbios, en la frontera sur. ¿Dónde ha estado su sensibilidad? Simplemente no tocaba. Es que los pueblos, a veces, son como los pedos. Tienen una larga digestión, pesada, y de pronto, zas, un ventoseo, quizá ruidoso y maloliente, pero de fácil aireo, se abre la ventana y ya está, se acabó. A otra cosa; vuelta al origen.

El verano y septiembre ha traído otras cosas interesantes, como nuestras sangrientas fiestas patrias, exultantes, risueñas, tan nacionales, con tradición; algunas incluso declaradas de interés turístico. Nos congratula ver que los movimientos en defensa de los animales cada vez son más poderosos y hacen frente a unas costumbres propias de pueblos bárbaros e ignorantes, sin insultar a nadie, lo que somos.

Así han pasado los días y el debate electoral va subiendo de tono, con los políticos exaltando los valores democráticos que tan rentables para sus negocios les resultan. Las elecciones generales se acercan. El espectáculo se encuentra en todo su esplendor, mientras el votante, consciente o inconscientemente, vote o no vote, observa la escenificación con un cierto escepticismo, a la espera de las próximas desgracias que le están por caer.

Pero no todo es tan desalentador. Congratula ver y oír las noticias que llegan directamente desde el Kurdistán sirio, donde las mujeres se organizan y no solo combaten la sinrazón del Estado Islámico, sino que con su práctica cotidiana, con las armas en la mano, intentan transformar sus comunidades en sociedades en las que se superen los males ancestrales que han supuesto su insoportable opresión, luchando por su libertad; haciendo bandera de una máxima: No puede haber revolución sin la liberación de la mujer.

También es alentador tener noticias y seguir el trabajo de los intentos de organización del mundo libertario, en pro de la elaboración de una estrategia común, y la definición de unas tácticas que nos sirvan para reconquistar el espacio revolucionario que nos pertenece por tradición y por filosofía de vida.

No nos olvidamos de los presos anarquistas. Es una labor pendiente la que tenemos, de organizar comités pro presos y represaliados en todos los territorios del Estado, para aliviar la carga represiva que cae sobre las personas más combativas y sus familias. De momento el problema no es acuciante pero mucho nos tememos que la represión no solo no va a disminuir sino que va a aumentar.

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